lunes, 13 de febrero de 2012

El hombre de hielo.


Es curioso. Se conocieron un día en el que las temperaturas bajaron hasta tocarles los huesos. El calor que experimentaron al juntarse fue tan inmenso que al despegarse un segundo notaban que el frío les volvía a invadir. Ella era calor, cariño y también tragedia. Su vida era complicada y molesta. Su tarea en el mundo era cubrir de sonrisas los paisajes y educar a aquellos que querían quitarle la sonrisa. Él era frío, distante. Callado y disimulado. De su vida no se sabía nada, pero se intuía todo. Volver hacia atrás no era su tarea, pero mirar al futuro tampoco. Creía en el presente y no le importaba perder a gente en el camino. Un camino en el que llegó a parar el calor. Ella, bonita. Creyó que él podía cambiar, creyó en él. Intentó ofrecerle su calor, él le devolvió silencio. Intentó darle su confianza, él la rechazó con disimulo. Quiso volver a verle y regalarle una sonrisa, él mantuvo las distancias y le dio nada a cambio. Pero el calor persistía y optó por enfriarse. Convertirse en frío, volverse distante. No le importó helarse los huesos por él. Para que él viniera a rescatarla. Para que él, hombre de hielo, le devolviera su calor.

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