domingo, 6 de diciembre de 2015

Meditaciones urbanas.

Olas vienen, olas van.
El infinito, la brisa, el mar.


Armo mis hombros con frágiles poros,
me dejo llevar.
Y entre pasos sordos en mi caminar,
tropiezo inconsciente y quiero volar.

Muero.
Y sueño con despertar.


Morir, soñar, despertar.
Olas vienen, olas se van.

jueves, 27 de agosto de 2015

Cantares de juglares.

Dejo de intentarlo aunque sea de cobardes,
por no querer mañana secarme las lágrimas con tus sábanas.
Ahora que a penas me pienso y me existo
gracias a los caminos que trazaban tus dedos en mi cuerpo.
Que ya no volveré a soñar con ideales
que tus besos serán hoy cantares de juglares.

Cenizas de un verano. (Segunda parte)

martes, 25 de agosto de 2015

Cenizas de un verano.

Dedícame una estrella que brille hacia nosotros cada noche. Que en los días nublados traspase la más grande de las nubes. Que nos conceda deseos, deseos alcanzables. Y que nos encuentre allá donde estemos.
Y que nos una.
De una manera mágica.

La luna ya no alumbraba la noche y las estrellas sólo eran estelas de recuerdos. 

lunes, 20 de julio de 2015

Tiempo.

El tiempo es la más grande de las incógnitas, la más pesada, la más difícil de despejar. Porque, ¿cuánto tiempo nos lleva tomar una decisión? Podemos hacerlo rápido, sí o no. Podemos pensar en las consecuencias, podemos no pensar. Porque pensar cuesta tiempo y llegará un momento que temamos consumirlo en acciones inútiles como, ¿le llamo?, ¿blanco o negro?. Dejemos por un momento de pensar y actuemos. Actuemos en contra o a favor de nuestro racionamiento. Actuemos instintiva e inconscientemente. Esas elecciones serán las verdaderas, no cabe el arrepentimiento, porque habla lo más hondo de nuestra existencia. Hablan nuestras conexiones neuronales. Esas primeras chispas que no profundizan en el racionamiento social. Decide
nuestro rápido racionamiento. Mejor dicho, no decidimos, actuamos. Y creo que esa es la verdadera elección. Ser uno entero y emocional, sin pensar, sin agotar el tiempo.

jueves, 18 de junio de 2015

Hoy.

Hago poesía mientras camino,
y observo,
mis pasos, la gente, las flores, el puente.

Hago poesía,
en mi cabeza,

sólo para mí.

Y es bonito recorrer el camino haciendo poesía.

También hago poesía sobre tu cuerpo, suave, etéreo…
Ahí sí que se hace buena poesía.

lunes, 15 de junio de 2015

Sin haber venido.


No puedes jugar a eso.
No puedes jugar a desear,
y marcharte
y dejar atrás lluvia, vacío
soledad.
Ganas de mundo,
ganas de ti.
De ti y del mundo,
de mí y de ti.
Y dejar arañazos
en las sábanas
de mi piel.

No puedes jugar a eso.
A llegar, a irte.
A dejarme libre,
menos aún.
A encarcelarme en recuerdos
de minutos
de segundos,
que no recuerdo.
A dejarme presa de mi imaginación,
a darle tinta a la emoción.

Y hacer que escriba.

Porque te fuiste, y
me dejaste,
sin haber venido.

miércoles, 10 de junio de 2015


Esta es la historia de dos amantes, amantes de la vida, amantes del amor hacia la vida.
Ella, la golondrina, no era para nada bonita, era oscura y desgarbada. Pero había algo que le hacía especial. Volaba de aquí para allá. Era nómada del viento. Consigo llevaba sus alas a cada viaje. Éstas iban perdiendo plumas viejas y, a la vez, iban apareciendo nuevas con cada experiencia. Quería volar más y más alto, para llenar sus alas de nuevas plumas, para dejar atrás las viejas aventuras.
El pez era hermoso, brillante y colorido. Vivía en una pecera, encima de un viejo piano, muy cerca de una ventana que daba al mar mediterráneo. Su sueño era saltar, salir de esa cárcel de cristal, y alcanzarlo. Pero la realidad le hacía imaginar que era imposible que él, tan pequeño e insignificante, pudiera dar un salto tan grande como para llegar al inmenso charco.
Un día, en uno de sus viajes, la golondrina hizo una parada cerca de la ventana del pez. Éste, en uno de sus intentos por saltar más y más alto la vio, ahí posada, limpiando sus alas y mirando hacia el mar infinito. Saltó más y más para mirarla, observarla durante menos de un segundo en el aire, y volver a saltar. Ella se acercó a su ventana y se miraron. Entonces la golondrina decidió pasar por su ventana todos los días, durante unos minutos para ver a su nuevo amigo. Él cada vez saltaba más y más alto.
Un día, después de haber estado semanas visitando al pez, la golondrina logró entrar por el hueco entreabierto de la ventana y tocó la pecera con su pico. Lo siento, me tengo que ir, debo continuar mi viaje.
"¿Pero a dónde te diriges?, ¿Me podrías llevar contigo?".
"No lo sé, sólo sé que mi tiempo aquí ha terminado, tengo que descubrir nuevos mundos, nuevos rincones, nuevas peceras". 
"Llévame contigo, me subiré a tus alas." 
"Lo siento."
Volveremos a ser amantes, otra vez, le dijo la golondrina al pez.


Continuará…

viernes, 3 de abril de 2015

Me vuelo.

No sé a dónde llego, a donde quiera que llegaré. Sólo tengo mis alas, que cada vez se dan más prisa en crecer. Conmigo llevo algo o no llevo nada, no lo sé. No sé ni siquiera si alguien me acompaña. Y si hay alguien dudo si es una carga que me retiene o es un impulso que me lanza. Tampoco sé si dejo en tierra algo, o alguien. Sólo sé que me vuelo, poco a poco, lenta y rápidamente a la vez.