Dejo de intentarlo aunque sea de cobardes,
por no querer mañana secarme las lágrimas con tus sábanas.
Ahora que a penas me pienso y me existo
gracias a los caminos que trazaban tus dedos en mi cuerpo.
Que ya no volveré a soñar con ideales
que tus besos serán hoy cantares de juglares.
Cenizas de un verano. (Segunda parte)
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