
Cuenta historias reales, maquilladas de sentimientos. Historias que sin eso no son más que historias, así lo creen los hombres. No maquillan, no sienten. El amor es querer y no amar. Las caricias las dan con las manos, no con el corazón. Y los besos, un simple jugueteo entre lenguas. Nosotros, por el contrario, los no-hombres, esos seres locos, indecisos y soñadores, lo vemos todo, y lo contamos, como si nuestro corazón hubiera multiplicado por mil de tamaño, los latidos fuesen versos de un poema y, las miradas, la primera y más importante vía de comunicación. Así somos. Si quisiera escribir para hombres, escribiría prosa con sentido, bien argumentada y estructurada. Pero entonces no saldría del corazón. ¡Ah no!, que del corazón sólo sale sangre. Llamadme loca.
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