Recuerdo que andaba sobre un camino de tierra. Con mis botas
puestas. Recuerdo que los que me acompañaban me hacían sentir bien, hasta que
se fueron. Recuerdo que el aire fresco al aumentar de altitud me hacía
enloquecer un poco más cada día. Que al dormir mi mente reposaba para que al
día siguiente la locura no impidiera mi caminar. Y seguía andando. Recuerdo montañas,
valles, caminos pedregosos… y que todo me hacía sentir bien. Pero también
recuerdo incendios, lluvias, niebla, granizo… y en esos momentos, aunque
estuviera acompañada, nadie me agarraba de la mano.
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